Esponjas y palmeras en el pedestal de corcho,
como ojos sólo, sin tics ni bululú...
Alas, hijos, astros, hojas...
Este silencio que nos encuentra de nuevo.
Este apretar de cráneos sin cautela.
Esta sumisión de nuestros deseos al sueño
de la nada,
cuando todo son silencios de esperma
cosquilleando
en el “hall” de la lechuza...
Volvemos a la infancia que nos raptaron
los jilgueros y las higueras,
cuando jugábamos a ser gorriones que
asaltaban
graneros, y todo que podíamos alcanzar
era el rastro de una luna juguetona.
Volvamos...
Volvemos a encontrarnos bajo esa cortina
de parras
y tenemos los brazos llenos de
golondrinas, coloradas,
blancas, grises, azules, extranjeras,
tropicales...
redentoras.
Momentáneamente se escurre mi sueño como
un pez
entre las aguas...