Abstraídos en el inconsciente regazo de la hoja blanca,
calla la palabra que une nuestros cuerpos blancos.
Instantes de la noche que sueña y el viento mudo que
galopa extensiones despejadas buscando un olmo
donde plantar la luna.
Ahora que nuestras almas descansan txirimiri de montañas
y húmedas batallas,
ahora camina como nunca lo hizo...
DESNUDO.
Acompañan a las murallas de piedra, una yedra
transparente y cerca del agua, una rana que croa;
algo festivo tiene esta noche de encuentros.
Siento el canto de las sirenas, irresistible.
Ahora que la niña se peina su trenza larga y ondulada,
sentada en la turbina que despierta pantanos.
Las esferas de mis ojos lentamente se encuentran,
sin excusas, en la monótona plaza de una noche
pintada de azafrán.
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